domingo, enero 22, 2006

Niebla.

En las últimas semanas noté que mis mañanas se parecían a las del personaje de "Truman Show". Mi despertador está programado de lunes a viernes a las 6:30. En el momento exacto que mi pie derecho sale de la ducha un rumoroso camión pasa. Me prendo la campera cuando el conductor de "Viva radio 2" se despide. En las escaleras encuentro a mi vecina maniática con el trapo de piso en mano. Enciendo el auto junto con un señor de auto azul. Mientras se calienta rasco el hielo de los vidrios y pienso, sin falta, cuando me decideré a ponerle al menos unos diarios. Al girar a la izquierda encuentro el mismo ómnibus con el mismo conductor que ya, amigos como somos, me daja pasar primero.

La variante de esta mañana era la niebla.

La vi por primera vez hace algunos años. Se movía. Cuando pasaba se tragaba las casas y los árboles. Al rato los devolvía. Días después era tan espesa que me obligaba a acercar las manos a los ojos para asegurarme que todavía estaban.
La niebla existía. No era un invento de los fotógrafos de las películas de terror. No era un efecto de máquina de humo. Estaba allí, pronta a hacer desaparecer las cosas. Entonces, quién sabe, de repente también existían los fantasmas y los muñecos asesinos.

Niebla y hielo. Una capa gruesa pegada al asfalto. Despertador. Pie. Campera. Escaleras. Auto. Pensamiento. Giro. ¿Y el ómnibus? No lo ví. No se veía nada más allá del metro de distancia. Mi corazón empezó a latir fuerte y mi cabeza producía pensamientos funestos: tus luces no son antineblina, nadie te ve; no vas a darte cuenta cuando doblar y te vas a perder; lo mejor es pararte en la banquina, pero por aquí hay un barranco, tus frenos van a resbalar y te vas a caer. Concentrada, mientras me debatía entre parar o volver, llegué.
Cuando varias personas me interrogaron sobre mi mirada perdida, contesté que era la niebla. Cuando por fin volví a casa, con un sol generoso que la había derretido, prendí inciensos, puse un disco con unas canciones tristes de Guccini y me tiré en el sofá a llorar despacio. Mi vida se estaba pareciendo a ese viaje neblinoso. Andaba a la ciega. Si llegaba a alguna parte era por puro caso.

viernes, enero 13, 2006

Von versus el-Warren. Los preparativos.

Vacaciones. Podría haber ido a ver todas las funciones, desde la matinée hasta la medianoche de "Sympathy for Lady Vengeance", el cierre de la trilogía de Park Chan-wook. O dedicarme a contemplar cuadros y más cuadros de Van Gogh, la mayor cantidad jamás reunida en una muestra. O hacer todas las recetas de conservas y mermeladas del libro del Crandon. O leerme en francés, hasta la última página, "La educación sentimental" de Flaubert.
Pero no. Le pedí prestado el Fiat 500 a mi vecina, llené el tanque y arranqué para el castillo de los Savoia.
Cerca de la autopista el Fiat 500 empezó a toser, lo arrimé a la banquina y allí se quedó. Estaba por abrir el capó para vichar cuando recordé que me había puesto unas uñas postizas coloreadas para encontrar a Emanuele Filiberto di Savoia Principe di Piemonte e Venezia.
Me senté en el mojón a esperar una alma misericordiosa.
No había.
Me estaba congelando.
Tenía que tomar una decisión.
Con los dientes me arranqué más de medio metro de pollera (la que uso en la fotonovela "El duelo" de Von). Funcionó. Al rato ya estaba sentada en la cabina de un camión de Barilla, mis uñas intactas y el Fiat cargado atrás entre cajas de Spaghetti n. 5. Le pedí al simpático conductor si no podía ir parando en los almacenes, pues tenía que conseguir para el-Warren muchos whiskys. Saqué la lista que tenía en el bolsillo y leí: Glenfiddich Rare 40 Years Old, The Balvenie Vintage Cask 1970, The Macallan Gran Reserva, The Glenlivet 18 Years Old y Cragganmore 12 Years Old. El camionista se demostró una persona de buen corazón y aunque era un lío estacionar y no encontrábamos nada, él seguía saliendo y entrando de la autopista. Al final se pudrió. Dificilísimo encontrar whisky en Toscana. Quedamos en que llamaba a un amigo suyo bagayero y me avisaba. Nos despedimos en un pueblito toscano cuyo nombre no pude leer en los carteles indicadores porque ya se había hecho de noche.

Para encontrar al castillo tenía un mapa que Emanuele me había mandado por fax. El problema era que no le entendía la letra (la letra de príncipe es peor que la de médico). Me puse a preguntar y me dijeron que Emanuele justo estaba bebiendo unos licores en el bar de la iglesia. Lo encontré medio borracho, acodado sobre la barra le explicaba al barman que sus parientes no eran ni cobardes ni vendidos, que era todo un invento de los comunistas. Siempre el mismo tema.
Salí a tomar aire y casi me pecho con Roberto Benigni, un toscano ad hoc. Se estaba haciendo un porro. Me preguntó en qué andaba y le conté. Apenas nombré los apellidos Warren y Von se entusiasmo tanto que me pidió para venir. Miles de imágenes, Benigni vestido de Pinocho, su mujer-mumia, atravesaron mi mente. De todos modos dije sí. Es que me cae muy bien. Tomé coraje y puntualicé que a él lo aceptábamos encantados pero no teníamos ganas de ver sus películas, que si no se ofendía lo queríamos sólo a él. Me respondió que no se ofendía para nada y que entonces nos iba a recitar a Dante. Hablamos del tiempo. Le conté que capaz venía Sigmur y tenía ganas de aprovechar el viaje para charlar con Nanni Moretti. Macanudo Benigni me dijo que me prestaba su celular para llamarlo, tenía el número en la memoria. En Roma nos atendió la mujer de Moretti y nos contó que el gran director estaba paseando en vespa, pero que le iba a avisar que habíamos llamado. Le dejé dicho que nos gustaría que él sí viniera con sus películas. Estábamos como chanchos con Benigni, así que aproveché para contarle que a Warren el que le gustaba era Fellini. Y ahí me dió la mala noticia: Fellini se murió. Qué macana, le dije, hasta habíamos pensado ir a Rimini a visitarlo.
El ambiente se estaba poniendo melancólico así que entramos a por unas grappas.

Emanuele seguía con la historia de la injusticia de la abolición de la monarquía, qué pesado. Por suerte se le había acabado la plata y el bar no fiaba, así que saludé a Benigni y arrancamos para el castillo. Enganchamos el Fiat a su carroza tirada por caballos blancos. Me daba vergüenza andar en carroza, que príncipe desubicado y getón.
Llegamos al alba. El castillo tiene foso con cocodrilos y puente levadizo, torres y hasta un jardín con laberinto. Emanuele me empezó a mostrar sus propiedades. Cuando íbamos por el patio de armas se aburrió y se fue a jugar a la bolita. Aproveché que no me veía y me saqué los tacos (las uñas me las dejé). Seguí sola por las salas con eco. Descubrí una cancha de tennis que puede convertirse perfecto en cancha de fútbol 5. Conté las habitaciones, son 180. Pienso que hay lugar para todos, calculando que más de uno se pasará para la habitación de otro. Menos Rebbeca y yo, obviamente, ya que somos señoras decentes.

Estaba por bajar las escalera para recorrer los sótanos cuando apareció el príncipe todo embarrado y empezamos a discutir porque no me quería abrir la cantina. Le pregunté por qué y me contó que el tatarabuelo de Von una vez, en una fiesta de palacio, había vaciado todos los barriles de vino y que esos vicios eran hereditarios. Le comenté que me parecía un gesto egoísta y me adelanté para manotear la llave. Pero el muy pichi se la tragó y medio atorado me dijo: "A una cantina de un Savoia un Von no entra." Me dí media vuelta furiosa. Lo hice apropósito, quería darle la espalda a un noble. Fijate vos, negarle algo a Von.

Pensando una solución práctica me dirigí a la cocina para empezar a organizar el menú de la estadía. Podría esperar que el príncipe fuera al baño, pensaba, que saliera y luego intentar recuperar la llave. No, me arruinaría las uñas. Lo mejor era averiguar entre la servidumbre quién se ocupaba de la limpieza de los baños y si alguno sabía pescar. Me acerqué como bobeando, tratantando de caer simpática para instigar algún infeliz a tan indecorosa tarea. Charlando de esto y aquello me entero que la mayor parte de los empleados eran extranjeros e ilegales, que no tenían contrato ni seguro ni día libre. Les expliqué sus derechos, les pasé el teléfono de un par de gremios. Cuando ví al cociero convirtiendo las servilletas en volantes me fui chiflando bajito.

Desperté a Emanuele que se había quedado dormido abajo de un castaño y nos fuimos a cabalgar. Vimos un jabalí y me acordé que a Rebbeca le gustaba deglutirlos. No había terminado de contarle al príncipe que ya había sacado la honda y el jabalí caía desmayado o muerto. Lo trajimos arrastrando y lo metimos en el freezer. (Hay que ver como son grandes los freezer de los nobles).
Dormí en la torre del homenaje. Al otro día el mecánico de palacio me había arreglado el Fiat así que volví a casa. Paré en Bolonia para comer una piadina. Al salir del bar ví a Umberto Eco pidiendo rebaja por un sombrero horrible. Crucé la vereda para que no me viera, estoy segura que si sabe lo que estamos haciendo se pone a analizarnos.
En el buzón de casa me encontré con un telegrama lacrado que decía (en francés, el príncipe no sabe escribir en italianio, pero yo se los traduzco): "Estoy preocupado. STOP. Servidumbre en huelga."

Espero que el conflicto se solucione. No me gustaría tener que planchar las sábanas de lino y rebanar de persona la bresaola para el Warren. Espero también que el príncipe expulse la llave.

Quisiera ir confirmando la lista de los huéspedes. Además me interesa hacer un llamado público para las tareas que faltan. No quisiera que con tanto bloguero junto los días en el castillo toscano fueran otro Lac Léman, 200 años después. No quisiera que por culpa del ocio y la lluvia naciera otro Frankenstein como el de Mary Shelley. No quisiera que por no tener nada mejor que hacer viera la luz un vampiro de John Polidori en versión web.

Veamos, por ahora tenemos a:
Von que peleará con el-Warren. Mientras intenta visualizar el combate en una estupenda fotonovela.
Y el-Warren que peleará con Von, beberá whisky, mastiquerá exquisiteces y discurrirá. Mientras describe los preparativos y publica las fotografías adquiridas con métodos ilegales.
Los secuaces de Von son Robertö y Hi Way.
Los secuaces de el-Warren son Rodelu Grinsaíno y al-Warren que a su vez es el escudero.
Rebecca Milans es la cronista oficial. Mientras se inspira con caballos, jabalíes y caballeros en su estupendo blog.
Sigmur es el paleógrafo. (El-Warren también lo quería de sastre, Von lo imagina de bar en bar. ¿Qué te gusta Sigmur?).
Candida: fletes. Mientras escucha música, yo diría que podría ser la dj de palacio, si no confirma voy a tener que llamar a Jovanotti. Por el bien de todos, que alguien por favor vaya a avisarle.

Propongo:
Hi Way de jardinero de hierbas alucinógenas. Hi: acordate de traer semillas e injertos de tu balcón.
Robertö de fumigador.
Rodrigo Coll como lector. Las sesiones de lectura amenizarían las de Dante de Benigni.
Curiun Rupeniam, Jack Celliers y Werte tendrían la responsabilidad de organizar sesiones de discusiones políticas. Marxistas obviamente. Pero si no se llevan bien entre ustedes podemos armar distintos grupos. No estaría mal hacer también un piquete (no para apoyar a la servidumbre, por favor, después decidimos en asamblea para qué).
Willy, Santiago, Siloam y otros vigueses que anden por ahí me gustaría que vinieran a decorar el interior del palacio, tomando inspiración del genial estilo de la señora alcaldesa.
A D1789, Sol y Hera las encerraríamos en la torre norte y no saldrían hasta tener un blog, luego en una ceremonia a la luz de la luna las iniciaríamos.

Además, estamos necesitando urgente:
strippers de todos los sexos;
zanfonistas;
señoras que sepan bordar y abrir la puerta para ir a jugar;
masajistas shiatsu;
jugadores de ajedrez;
jugadores de rayuela;
un bardo;
colocadores de cinturones de castidad;
dos arqueros;
tarotistas;
tenores;
buenos conversadores;
pintores que todavía no hayan descubierto la perspectiva;
un monje, una monja y un cura (es para un experimento);
cebadores de mate;
un curandero;
linternistas;
trapecistas;
un sepulturero.

Están todos invitados. Se aceptan animales mitológicos y virtuales. Y claro que si tienen sangre azul no tienen que hacer absolutamente nada.
Por los detalles del viaje contactar a el-Warren. Por los pedidos especiales (menú vegetariano, costumbres sexuales particulares, problemas de alergia, etc.) hablar conmigo.

sábado, enero 07, 2006

Salvemos a La Bruja.

Los Reyes Magos no vienen al norte de Italia. La que viene es La Bruja. Con su fea naríz y los cabellos enredados, se tira de cabeza por la estufa a leña con su escoba para repartir bolsas de dulces a los niños. A pesar de tener un corazón tan bondadoso y una profesión tan arriesgada, por la noche se arman hogueras inmensas para convertir a la señora en cenizas. La ceremonia se realiza en la plaza del pueblo y en las casas de campaña. Los adultos esperan el calor de la fogata con vin brulé (vino caliente) y chisulì (una torta dulce o salada que se cocina a las brasas). Los niños con la panza llena de chocolates corren por los campos congelados acarreando ramas. Un poco antes de la medianoche, con gran sangre fría, los más grandes encienden la hoguera.
Al parecer es una tradición pagana, se quema a una vieja que significa la infertilidad del invierno para esperar a la fértil y joven primavera. Además de esta maravillosa idea de la mujer el acto es una irresponsabilidad histórica. Con algarabía se celebra el mayor genocidio de la humanidad, cumplido con el aval de un dios asesino.
Me gustaría robarle a la policía las mangueras que usan para dispersar a los manifestantes, emparlos a todos y salvar a La Bruja.
Pero me quedo en casa y al día seguiente evito mirar a los ojos a los niños crueles. .

martes, enero 03, 2006

Von versus El Warren

Interrumpo la seriedad, decoro y responsabilidad que han caracterizado Guano para organizar una timba.
Resulta que Von, por una afrenta que desconozco pero que tiene algo que ver con unas pajas, retó a duelo mortal al El de los Warren. Como no podía ser de otra manera, el noble bloguero de Villa Colón aceptó. El retado eligió fecha y lugar: el mes de agosto en la medieval ciudad de Siena. Los duelistas se confundirán con el desfile en la plaza antes de la tradicional carrera, el Palio de Siena.
¿Adivinen quién los aloja?
Al principio se iban a quedar en mi castillo del Lago di Garda. Después pensé que estábamos un poco lejos de Siena, las autopistas funcionan mal en Italia, con los caballos y todo corríamos el riesgo de quedar embotellados. Además Al Warren ya andaba con ganas de venir antes para ir a la montaña rusa de Gardaland, iba a ser un relajo.
Para peor el número de convidados crece cada día. El viaje lo está organizando Paco Casal (espero que apenas llegue a Europa se vaya al mundial de fútbol y nos deje en paz). El Warren trae de escudero a su hermano, algunas mujeres y se habla de la famosa narradora Rebecca Milans como corresponal oficial del evento. Von parece un tipo más solitario, pero para nada pacífico, por ahora lo que está metiendo en la valija es un arsenal.
Para conocer los pormenores les aconsejo visitar los blogs de los caballeros, y espero que pronto la hija ilegítima de la mujer barbuda nos deleite con la descripción de los preparativos.

Angustiada por las dificultades logísticas que tendrían que enfrentar los hidalgos contendientes, decido llamar a la nobleza italiana. Disco el número de la casa de los Savoia, quería saber si me podían prestar alguna de sus propiedades en Toscana.
Riiing
-Dinastia Savoia, buenos días
-Quisiera hablar con el príncipe Emanuele..
-¿De parte de quién por favor?
-De Ceryle
Escucho que el mayordomo lo llama y una voz azulada responde: "ahhh....decile que no estoy".
-Disculpe....
-Dígale al príncipe que llamo de parte de los Warren y de la familia germánica Von, seguramente los conoce.
Escucho que el mayordomo repite mis palabras. Escucho pasos veloces y un jarrón de celadón hacerce añicos (cualquiera haya roto la porcelana china no olvida su sonido). Una voz jadeante toma el tubo.
Le cuento del duelo y enseguida se ofrece para ser escudero de Von (Von: vos hacé lo que quieras, pero para mí tendrá mucha sangre azul pero es torpe, se le va a resbalar el escudo). Le pido uno de sus palacios prestados y empieza a lloriquear con que les habían sacado todo los comunistas de la república. Le digo: "bueno, igual dejá, ya veré donde alojo a los blogueros". Estaba por cortar, no soporto un príncipe que llora. De repente su voz reverbea:
-¿Blogueros? ¿Y qué es? ¿Un nuevo título nobiliario?
Le digo que sí y le prometo que los Warren y los Von van a mover sus contactos para conseguirle uno. Se emociona y confiesa agradecido que la propiedad de algún castillito habían logrado tenerse y que era un honor para él alojar tan nobles familias. Cuando lo informo sobre las fechas (Warren quiere estar acá ya en abril, será para aclimatarse....) otra vez empieza con el lloriqueo y la historia de la aristocracia pobre. No soporto un príncipe que llora.
-Ta...ta. No jodas, yo pago todos los gastos del alojamiento.
Quedamos en que me deja todo el personal de servicio y me manda un manual de bon ton. Nos despedimos encantados. (Un pichi el Savoia).
¿Pero cómo hago yo si estoy a pan y cebolla desde hace meses? ¿Confiar en la ayuda económica de Casal? Así que pensé organizar una timba para financiar los gastos de manutención de la comitiva. ¿Por quién apuestan?
Se aceptan todas las monedas y en particular números de tarjetas de crédito. Vale usar un nick del nick, sobre todo si son amigos de los dos duelistas, o sólo de uno pero quieren apostar por el otro. Todo el dinero recaudado se usará para alimentar a las fieras (humanas y equinas), organizar excursiones, banquetes y orgías (sin equinos, tampoco la pavada).

Apenas entienda cómo se hace, este post se convertirá en un link especial para aceptar apuestas hasta el día fijado para el mortal encuentro. (Se aceptan consejos tecnológicos, de paso si alguien se toma la molestia de explicarme cómo hacer para poner una foto en el template con Picasa y Hello prometo predicciones indiscretas). Estén tranquilos que soy muy organizada, voy pasando todo en limpio en la libreta del almacén.

Mientras tanto Guano se seguirá ocupando de los temas de siempre. Si lo desean pueden ignorar este post y seguir comentando en el anterior.

Para sostener el hedonismo aristocrático, hagan sus apuestas señoras y señores.
The WeatherPixie