miércoles, agosto 24, 2005

Los muertos y los ojos de los vivos.

Estando lejos, la información, que de todos modos siempre nos llega filtrada, se rellena de océano: los sonidos son más lentos, se ve borroso, los pesos cambian. Con los ojos de ustedes, periodistas leídos en pantalla de computadora, amigos via mail, familia resumida en cable de teléfono, distingo una gran payasada alrededor del tema verdad y justicia. Algunos aspectos me indignan profundamente. En primer lugar eso de una mesa de tratativas propuesta por Tabaré Daners a la cual al parecer José Mujica estaría dispuesto a ir.

Para mí, el problema tiene que ser tan fundamental para el gobierno como resolver el hambre. Por las personas involucradas y por todos nosotros, necesitamos consolidar nuestra memoria histórica. Y las naciones se afianzan a partir de su memoria. No existe una historia, la historia se construye desde las miradas. No podemos dejar que la nuestra la hagan ellos, que sean ellos quienes decidan lo que hay que saber y lo que no, que sean ellos los que nos impongnan una moral de "bandos", los que resuelvan "cerrar". En las luchas por la descolonización de los años '50, recuperar el pasado del colonizado fue esencial para conquistar la independencia. Sin memoria histórica no vamos a ser libres, decía Frantz Fanon.

Cada cultura buscó un modo para hacer justicia. En Sudáfrica, luego del apartheid, se instaruró la Truth and Reconciliation Commission, una especie de confesión voluntaria de los tiranos delante de sus víctimas para llegar a la amnistía definitiva. En la Italia de postguerra muchos partisanos realizaron venganzas personales, no confiando en las autoridades se las arreglaron como pudieron; mientras, otros fascistas quemaban sus camisas negras, se vestían de campesinos y se mezclaban con la gente como si nada. Los cubanos armaron unos magníficos tribunales populares y resolvieron todo sin más ni más, como hicieron siempre, desde que tuvieron un machete en mano.
Por distintos motivos a mí me resulta difícil imaginar un trasplanto de estos caminos, tan de otros. Y es acá donde me preocupo. Porque Uruguay siempre fue un país de perdones y reconciliaciones, de poca memoria. Pero las culturas cambian y esta puede ser una oportunidad histórica para hacerlo, finalmente. Tomar las riendas de la memoria, enfrentar los horrores, hacer justicia.
Yo no quiero "dar vuelta" ninguna página ni "cerrar" nada. Yo no quiero reconciliación. No tiene que haber reconciliación, ninguno de nosotros tiene por qué reconciliarse con un torturador. Quiero memoria. Quiero recordar. Recordar viene del latín recordari, cor deriva de cordis "corazón", y con el re significa un movimiento al contrario, pasando por el corazón, que para los antiguos era la sede de la memoria.
Pues bien, como va a hacer el Presidente de la República y su pandilla para que éstos tipos confiesen no sé, pero si tratan no lo voy a poder tolerar. Hace años que estoy esperando la verdad y que venga con justicia. Quiero saber todo lo que pasó, con lujo de detalles, quiero conocer los nombres de los asesinos torturadores y visitar las tumbas de los desaparecidos.

Cada vez que se avanza o se retrocede de un paso en la construcción de nuestra memoria yo recuerdo unos ojos. Cuando se estaba votando la ley de caducidad, me había enamorado de un muchachito muy guapo, la dictadura había asesinado su padre. Por esa época, los ojos de esa persona encantadora tenían una mirada intranquila. A mí me parecía que andaban como buscando. Por la calle, en un bar, en un teatro podría estar el asesino de su padre, o sus compinches, o sus hijos. Milité por el voto verde con un inmenso amor, convencida que si un día él sabía el nombre del asesino de su padre, sus ojos iban a poder, finalmente, reposar.
The WeatherPixie