viernes, abril 28, 2006

Wakefield.

Un buen día un señor saluda a su esposa en el zaguán. Va a estar fuera de casa unos días, le dice, una semana quizás, por motivos de trabajo. La semana de ausencia se transorma en 20 años. Wakefield alquila un apartamento en la calle contigua y se queda allí. Durante todos esos años observará desde lejos la vida de su familia, sin él.

Esto pasa en "Wakefield", un cuento de Nathaniel Hawthorne publicado en 1837. Hawthorne nos dice que ha leído esta noticia curiosa en un periódico londinense. Luego presenta, como si fueran fotografías, algunos momentos claves de la vida del pobre Wakefield mientras realiza un jugoso análisis psicológico. La historia termina cuando sin razón alguna, después de dos décadas, el protagonista vuelve a su casa, como si sólo una semana hubiera pasado.
¿Por qué se va? ¿Por qué vuelve? No se sabe. Sólo podemos adivinar algunos estados de ánimo. Necesidad de ver su mundo como si fuera un espejo del cual falta el reflejo de sí mismo. Ganas de quedarse con los afectos congelados, porque Wakefield desde la vereda de enfrente sigue queriendo a su mujer, aunque no sienta.
Pero como Wakefield no interviene, se anula. No tiene nombre. Sólo es uno más entre la multitud de la ciudad. Su famila lo dará por muerto, repartirá la herencia, lo olvidará.

Doble, alteridad, identidad. Muchedumbre, vida moderna. Temas comunes de Poe, Baudelaire, Kafka, Borges, Melville, Stevenson, en fin, de ese grupo de buenos amigos.

Creo que en mí hay un Wakefield. A veces cuando veo un hotel, si destartalado mejor, con un ventana que da sobre algo como un depósito de chatarra o un parking abandonado, me vienen ganas de entrar y quedarme. Cada tanto, cuando estoy bajando las escaleras de mi casa un pensamiento fugaz me atraviesa: no volveré. Me imagino desaparecida, siendo otra.

Hoy, creyendo que le daba play a un vhs con una selección de películas surrealistas, en la pantalla apareció mi familia en un Año Nuevo de hace bastante. Ahí estaban, congelados, en algún lugar donde estuve y ya no estoy. Los miré un rato. Después puse a René Clair, para ver a un muerto que sale sonriente de un ataúd en pleno funeral y con una varita mágica hace desaparecer a los presentes.


miércoles, abril 26, 2006

A veces me entra una poesía
y se me queda
como un sapo



NOTA I

te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
noches y días con vos.
me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
te mostraré mi rabioso corazón.
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos.
te mataré uno con paco.
otro lo mato con rodolfo.
con haroldo te mato un pedacito más.
te mataré con mi hijo en la mano.
voy a venir con diana y te mataré.
voy a venir con jote y te mataré.
te voy a matar, derrota.
nunca me faltará un rostro amado para
matarte otra vez.
vivo o muerto/un rostro amado.
hasta que mueras
dolida como estás/ya lo sé.
te voy a matar/yo
te voy a matar.

Juan Gelman

miércoles, abril 19, 2006

Las tetas de Truffaut.



Desde hacía meses, cada tanto, volvíamos a la vieja discusión. ¿Habíamos visto o no "La piel suave" de Truffaut? Al fin, conseguimos la película. Y no, no la habíamos visto. Era la única película de Truffaut que no habíamos visto. Y diría la única que no habíamos visto, al menos, dos veces.

Truffaut es su director preferido. Yo no tengo director de cine preferido. No tengo nada único en mis preferidos. En todo caso, soy más godariana. Truffaut y Godard eran amigos, cuando juntos revolucionaban el cine moderno dando vida a la Nouvelle Vague. Después se pelearon, Godard estaba más comprometido políticamente y un poco celoso y tonto. En la pelea tenía razón Truffaut, en el cine Godard.

He olvidado varios descubrimentos que dicen son cruciales en la vida de una mujer. Sin embargo recuerdo perfectamente cuando conocí a Truffaut. Tenía 14 años y estaba sola. A veces me rateaba del liceo para fumar porros en las Canteras o ir a Cinemateca o para las dos cosas. Empecé por el final, por las últimas películas con Fanny Ardant y Gérard Depardieu.

"Los 400 golpes", la primera película de Truffaut, la ví muchos años después, una y mil veces. Es para mí una de las mejores óperas primas de la historia del cine. Alguien dijo que hay en estas inauguraciones artísticas algo de sagrado, de místico. Los grandes cineastas ponen allí toda su energía y creatividad, su cosmovisión y cinevisión, ante el temor de no volver jamás a realizar una película.

Nada ni nadie en el mundo lo convencerán de que, a veces, Truffaut no es un gran director; ni que lo mejor, cuando se es hincha del Inter, es no saber como terminó el partido; ni que ser anárquico ha perdido sentido histórico, como casi todo. Sus preferencias son definitivas e inamovibles, casi religiosas. Lo mejor, entonces, es construirle un marco teórico que lo sostenga, o sea, arrimarle el hombro. Vivan François, Moratti y Bakunin.

Mientras "La piel suave" giraba en el dvd, él sostenía que no era una película de Truffaut porque no era admisible un guión tan banal. A saber: un intelectual se consigue una amante en un viaje de trabajo. La amante es una bella azafata. La mujer lo descubre. La historia termina en tragedia.
A pesar de la tonta trama, las escenas mostraban las características, las manías, la poética de Truffaut. A cada rato había una toma casi fetichista de las piernas de las mujeres, una de esas encuadraturas que los críticos de cine de inspiración freudiana interpretaron como una manifestación del complejo de Edipo: la cámara como una subjetiva del niño que mira desde abajo a su madre. La prisión del matrimonio, institución capilar de la familia burguesa, está representada en "La piel suave" con la construcción de un dormitorio pequeño, con paredes sofocantes, como en muchas de sus películas. Tampoco faltaban las idas y venidas de los personajes, detalle que me fascina. En las películas de Truffaut una persona dice: "chau, me voy", pero después vuelve y saluda y parece que se va pero vuelve. La gente anda a las corridas, quiere atrapar su destino, como si fuera a escaparse. Basta recordar el trotecito apurado del alter ego del director, el actor Jean-Pierre Léaud.
Sí, sí, era una película de Truffaut. Y quién sabe, capaz en esa época recién empezaban los viajes de masa en avión y contextualizada la historia no era tan banal.
Eso le decía.

Movida por el aburrimiento me puse a mirarle las tetas a la esposa del protagonista. Eran como dos kiwis desiguales: uno de pie y otro acostado. O sea, una teta miraba para la derecha y la otra al frente. Al rato me doy cuenta que sus tetas eran feas porque yo estaba acostumbrada a ver tetas perfectas en la pantalla. ¿Queda alguna actriz con sus tetas verdaderas? La pobre mujer actriz tenía unas tetas normales. Era yo la que estaba deformada.
Jugando a ser freudianos podríamos decir que las tetas poco maternales de la esposa del protagonista son la razón de su infidelidad. Tesis que se sustenta magnificamente en las maravillosas tetas de la azafata.
Aunque me deslumbre, dudo de la psicoanalisis aplicada al arte, del mismo modo que dudo de todas las religiones. Lo que si me pregunto es si hoy encontraría Truffaut una actriz con tetas de kiwi. ¿Podría Truffaut expresar sus obsesiones en un mundo de tetas homologadas?

Recién terminó el recuento de votos. Está confirmado: Berlusconi perdió.

lunes, abril 10, 2006

¡Por favor que alguien me diga quién ganó las elecciones italianas! (Post en estado de semi-infarto.)



Todavía no se sabe quién ganó las elecciones. No puedo más con la ansiedad.
Se votó el domingo y hoy, lunes, hasta las 15 hs. Recién después de cerradas las mesas electorales se podían comenzar a revelar los boca de urna. Los primeros dieron ganador a L'Unione (el partido de centro izquierda, opositor a La Casa della Libertà liderato por Silvio Berlusconi) por 5 puntos. El margen de error es del 2 %. Empezamos a festejar. Al rato comenzaron a abrirse las urnas, las verdaderas. El margen se fue achicando, cada vez más. Son las 21 hs. en Italia y ya están parejos. Faltan unas 10.000 urnas por abrir.

En la Cámara la victoria de L'Unione parece más clara. Esto porque pueden votar los jóvenes, desde los 18 años. Para el Senado hay que tener 25 años y la situación está muy peleada.

Hay una ley electoral, otro de los regalitos que dejó (ay, ojalá se pueda hablar en pasado) Berlusconi, que es un desastre, además de complicada. En resumen, hay un premio de mayoría que se decide por regiones. O sea, no coinciden los votos del Senado con los senadores efectivos. Hay que esperar para ver quién ganó en cada región.

Los extranjeron deciden 12 senadores y 6 diputados. Parece que la última palabra la van a tener ellos.

No puedo mirar la tele y ver como se van alegrando todos los hijos de puta. Y sobre todo no entiendo como la gente lo votó, otra vez.

miércoles, abril 05, 2006

Miscelánea o cuando todo es igual a nada.

Iba a escribir un post sobre "Il Caimano". Para decir que es el mejor guión de las últimas décadas del cine italiano. Que en casi dos horas de película se desliza el alma de los que sobrevivimos en ésta bota que anda pisando mierda hace tiempo sin que le traiga suerte. Que si hay algo en la vida y en el cine que me simpatiza es la autoironía. Y aquí sobra. La de Moretti y una serie de actores, directores, críticos de cine y personajes que aparecen casi idénticos a sí mismos. Que hay momentos en la historia de un pueblo en el que la política, los sentimientos y el arte se mezclan. No se puede tener un hijo porque una ley impide la fecundación asistida. Hay que dar la espalda al trabajo como investigador universitario porque el gobierno cortó los fondos. No se puede prender la tele porque aparecen demasiados culos, demasiado ruido, demasiado Berlusconi.
Me fui por las ramas, no es ésta la trama de "Il Caimano". La historia es la de un director de serie B, autor de "Mocasines asesinos" y "Machistas contra Freud", que casi por caso se encuentra como productor de una película sobre Silvio Berlusconi, "Il Caimano", dirigida por una amateur, lesbiana y con un hijo. Bruno (Silvio Orlando) está divorciando con desgano de Paola (Margherita Buy). Hay dos niños que buscan una ficha amarilla perdida del Lego. Alguien filma el descubrimiento de América. Berlusconi, el verdadero, trata de "turistas de la democracia" a los parlamentarios europeos. Y después está el final...

Iba a escribir un post sobre el espíritu de Mario Levrero. Resulta que en un aula donde reina la buena educación, el aliño, donde cuando entro todos se ponen de pie y repiten en coro "buenos días profesora", donde el ejército de filósofos racionalistas occidentales estaría orgulloso de sus discípulos, se coló Levrero. Quizás lo invocamos involuntariamente, de hecho estábamos leyendo uno de sus cuentos. Resulta que de repente, los alumnos comenzaron a hablar de sueños, de apariciones, de visiones absolutamente reales. Éstas son algunas de las confesiones que escuché: "hay un perro de ojos verdes que siempre me acompaña corriendo por la carretera cuando ando en auto"; "cuando camino salto los árboles con los ojos, vuelo y vuelo alto"; "ayer ví un conejo en el cielo, me estaba mirando". Y así, ésta gente mayor de edad, iluminista, seria y responsable cayó poseída.

Iba a escribir un post sobre mi cabeza. Me apabulla. Está obsesiva, circular, nostálgica. Cuando voy en tren leo, cuando manejo escucho la radio: descanso. En autobús no puedo leer porque me mareo. Caminando no puedo leer porque tropezaría. Así que se me ocurrió esucuchar las conversaciones de la gente.
Creo que a mi madre todavía no se le ha quitado la costumbre de imaginar las vidas de las personas, las mira y nos comenta: "ves, esa mujer no está enamorada de su marido, mirá cómo lo evita, se le nota clarito"; "ese hombre es antropólogo, es evidente, lo sé por la curvatura de la espalda". Mi hermana y yo la hacíamos callar, convencidas que nos escuchaban, que notaban la mirada analítica de mi madre. Lo peor que podía pasar era llegar a conocer, en algún momento muy posible en una ciudad tan chica como Montevideo, a los objetos de estudio. En ese caso, luego de unos minutos, apenas suficientes para quebrar el hielo, mi madre podía llegar a decir: "mire señor, le aconsejo divorciar de su mujer, ella no lo ama". Si resultaba que el antropólogo era un carpintero la podíamos escuchar decir como si tal cosa: "has cometido un gran error en tu vida, tendrías que haber estudiado antropología." Lo inquietante, es que en general y a veces luego de años, teníamos que admitir que mi madre tenía razón. Este trauma infantil se manifiesta en mi edad adulta de dos maneras: no soporto que me miren, temo que alguien como mi madre descubra no sé que cosa de mí que no quiero ni imaginar. Tengo todas las ventanas con cortinas y cierro siempre la persiana antes de encender la luz. Segundo: no puedo dejar de mirar a la gente. Mi técnica es más discreta que la de mi madre. No lo hago jamás en un lugar cerrado. Me siento, de preferencia en un bar o en el banco de una plaza y los veo pasar. El espíritu diría que no es altruista como el de mi madre, es más bien literario y con tendencias surrealistas.
Sólo que éste pasatiempo no funcionaba para callar mi cabeza, al contrario. Probé entonces a privilegiar el sentido auditivo tratando de no mirar y anulando la imaginación. Como un grabador estoy en el mundo. Registro. Los diálogos se funden unos con otros, se entreveran con los monólogos del celular, los ruidos de los coches, las pisadas en el cemento, las caravanas tintineantes. El resultado final del experimento, desarrollado en la ciudad de Verona, es desolador: la gente es un estereotipo ambulante. Los estudiantes se intercambian técnicas para copiar en los exámenes, hipotizan preguntas, repasan las lecciones. Las mujeres hablan de ropa, describen lo que ven en las vidrieras, lo que quisieran comprarse, lo que se compraron. Los hombres hablan de tecnología, internet, autos. Todos comentan la noticia de un niño que raptaron hace un mes y ahora mataron. Todos hablan de lo que vieron en televisión. Todos hablan del tiempo y algunos de política.

Iba a escribir un post sobre la rabia que me dió que el lunes suspendieran "Lost" para que el curita Prodi y el prepontente Berlusconi, otra vez, se duelaran. Sobre mi ansiedad, en saber el final, de "Lost" y de las elecciones.

Iba a escribir un post.


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