lunes, setiembre 12, 2005

Ataco de lectores
















Cuando salí del edificio de migraciones ya era mediodía. La luz del sol me encandiló. Me quedé quieta en la gran plaza de adoquines esperando recuperar la vista. Entre nubes de luz quemada empezó a aparecer gente. Mucha gente, demasiada gente para un día de semana en Mantova. Era extraño además lo que estaban haciendo. Leían. Sentados en el suelo, en los bancos, en las mesas de los bares, de pie, leían. Los que no leían tenían libros en las manos y caminaban.
Decidí mezclarme. Haciéndome la distraída me pegaba para escuchar. Algunos hablaban en italiano, otros en inglés, en alemán, en francés. Entre sus frases, creía descubrir el nombre de un escritor, el título de un libro. ¿Hablaban de libros? Encontré un rinconcito y me paré. Estaba dentro de una escena del "Fahrenheit 451" de Truffaut o de verdad Mantova era en pleno ataque de un ejército de lectores. Salí de la plaza. La vidriera de la panadería tenía libros entre las fuentes de tortas. Los pitucos maniquíes de la boutique de al lado sostenían libros. Los lentes de la óptica estaban acomodados sobre pilas de libros. Me inquietaba la gente, que seguía leyendo. ¿Pero qué era lo que leían? De repente ví un señor en la calle rodeado de personas suplicantes, querían un autógrafo, el señor firmaba y sonreía sin dejar de caminar. Más allá había una carpa, una placita con sillas y alguien que leía en voz alta, en otra esquina un grupo de gente escuchaba embobada un orador. Caramba, además había escritores.
Ví un cartel azul: "Festival di letteratura di Mantova".
Uff, no estaba loca.

Pasaron varios años desde éste descubrimiento. Ahora el festival está en su novena edición. 300 actividades en 5 días. La ciudad se abre para que escritores y lectores se encuentren. Los monasterios ventilan su olor a encierro, los museos se ofrecen gentiles a perder su mutismo, los edificios históricos dejan ver sus frescos, los teatros y los cines reciben gozosos la luz del día. Se montan carpas a orillas de los lagos, se llevan sillas a las plazas, se juntan las mesas de los bares.

En ese patio embrujado de los lectores, que es el festival de literatura de Mantova, pasé los últimos días.
Si bien me dejé hipnotizar por la voz de Moni Ovadia, pasé una tarde en el Teatro Bibiena mirando los decorados al ritmo del jazz y comí unas masitas de manteca con peras y chocolate de chuparse los dedos, no me sucedió nada literario. Sobraban escritores de best-sellers y de género. Ningún autor despertó mis ganas de leerlo. Los que ya conocía no dijeron nada sorprendente. Los documentales sobre escritores que ví no me gustaron ni un poquito. No pedí ningún autógrafo. No me enamoré de nadie.

Y volví encantada, como siempre. Me dí cuenta que lo que más me gusta del festival es el junterío de lectores y escritores esparcidos por una ciudad infestada de viejas con tapados de visón.
The WeatherPixie