domingo, febrero 26, 2006

Mujer con sombrero dicta sentencia.

A veces me parece que no se dan cuenta del daño que hacen. Los declaría inocentes. Sin embargo por momentos he llegado a convencerme que los aires que se dan son la máscara que esconde el sentimiento de culpa que los tormenta, por las noches, entre los sueños de la madrugada. La responsabilidad también es de la gente, de los perezosos que deciden seguirlos como las ratas al flautista de Hamelín. O peor, de los que los admiran, adulan y les creen.

Considero innoble la profesión de guía turística. Si por las calles es posible escaparles, en el interior de un museo es casi imposible. La poca consideración que por los que sufrimos de ésta alergia tienen los organizadores de los museos, sería suficiente establecer un horario para visitas silenciosas, me ha llevado a desarrollar estrategias drásticas que exigen determinados sacrificios. He dormido en el pueblo de Aguas Calientes para ser la primera, hora 7:00 am, de un día de primavera, en ver el Machu Picchu. Me he alzado por la noche para ganarles a los charlatanes y ver la Alhambra muda. He esperado bajo la escarcha puntiaguda que abrieran las puertas de una muestra de Vincent van Gogh y Paul Gauguin.

Esfuerzo inútil. Ya por el segundo cuadro apareció una guía mañanera con la voz de pito que decía frases como: "lo que el pintor quiso decir aquí....". Las ratas que la rodeaban veían un pedazo de pintura negra y la cabeza canosa del viejo de adelante. Cuando el tiempo asignado a la visión terminaba para todos, como chocheando se salteaban un cuadro que podría ser el definitivo, el más hermoso, mas jamás podrán saberlo.

El explicador no despierta en mí piedad alguna. A los escuchas me gustaría avisarles que hay ciertas pinturas que nos miran y al rato, se mueven. Determinados personajes, si nos toman confianza, nos susurran su historia. Para que suceda hay que evitar la voz en off y la montonera. Es entonces cuando pongo en práctica mi plan b. Consiste en correr hacia el final de la muestra y verla en flashback.

Las guías turísticas son como el montaje para André Bazin. Allá por los años cincuenta decía el crítico y teórico francés que el cine tenía que usar el plano secuencia en profundidad de campo. De ese modo el espectador se ganaba la libertad. Podía dirigir su mirada hacia el ángulo de la pantalla que prefería, sin el montaje dictatorial de el cine clásico o de los soviéticos. Bazin era un idealista, hay guerras que están perdidas de antemano.
The WeatherPixie