domingo, mayo 27, 2007


El hospital, con su blanco impoluto, sus nubes de éter, es un lugar inmundo.
Las enfermeras con sus zuecos mudos son apariciones inquietantes.
La comida, nutrimento del alma, es una tortura insípida a horarios inconcebibles.
Los doctores son máquinas lentas y mentirosas.
Los enfermos estás solos. Abren las puertas una hora al día. Una hora, sólo una.
Cuentan que por las noches se sienten gritos de dolor. Y cada tanto, vienen a buscar un cadáver.
Hay un pasillo ancho pintado de celeste donde se escuchan los susurros entreverados de los televisores. Nadie habla. A veces, una silla de ruedas o una camilla rugen.
En las habitaciones las ventanas son pequeñas como las de una cárcel. Las camas de metal y sus cuerpos se descascaran.
¿El consuelo? Un altoparlante que por la mañana y por la tarde escupe la voz de un cura.
The WeatherPixie