sábado, agosto 11, 2007


Y de repente me elevo.
Mientras los de abajo están sudando la gota gorda, yo me calzo las medias de lana. La naturaleza es inmensa. Yo un puntito. No tengo tele, ni radio. Mi celular no recibe señal. No me importa nada. Ni de mi vida, ni del mundo, ni de nadie. Camino horas con un bastón como una enerergúmena. Miro los picos nevados y me olvido. De todo. Menos de caminar, tratar de no caer, ni de tener frío ni calor ni sed. Cuando por fin llego me nutro con sopas y strudel de manzana. Y después bajo. Sólo me importa ducharme, sacarme las botas. Dormir.
Lo raro, lo inexplicable es que la montaña se me haya metido en la piel. Recuerdo que antes no hacía estas cosas tan sufridas o placenteras, ya ni sé.

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