sábado, setiembre 15, 2007

Charlas con mi hermana

(I)
Mi hermana me asegura que no siente envidia.
Discutimos, en una de esas charlas interminables que tenemos los fines de semana por skype, sobre el comentario de un fulano, motivado por la envidia. Ella lo critica. Yo también, pero por mal educado, tendría que haber disimulado.
Considero la envidia un hábito feo. Aunque provoque más sufrimiento que placer es ineludible. No es elegante manifestarla en público, lo mejor es practicarla en secreto, como sacarse los mocos o masturbarse. Sin embargo mi hermana, que es mucho mejor persona que yo, insiste en no haberla experimentado jamás. Mientras la escucho me voy sintiendo una porquería y para ganarle le recuerdo las semejanzas con los celos, sentimiento que ella sí experimentó, y me consta. Pero envidia no. Y la envidia es peor, sin lugar a dudas.
Le cuento mi técnica. Cuando envidio algo de una persona me imagino que soy esa persona. Soy todo lo que esa persona es. Por ejemplo, tengo su magnífica casa pero también su marido barrigón y medio borracho, su madre neurótica, su mal aliento. Y ahí se me pasa. Porque siempre, hasta ahora, prefiero ser yo misma. Claro, hay casos en los que es necesario escarban a fondo para encontrar los defectos. Por suerte para mi detestable envidia, nadie es perfecto. Como demostración baste pensar en Angelina Jolie: belleza, fama, dinero, Brad Pitt y problemas de hígado.
Mi hermana me compadece, lo noto en su tono de voz.


(II)
Tenemos un abuelo poeta. El viejo acaba de cumplir 90 años y hace poquito le publicaron su primer antología. Su fuerte es la poesía gauchesca. Mi hermana está convencida de que se trata de un Gran Poeta. Asegura, con argumentos largos y profundos, que nuestro abuelo es el Mejor Poeta gauchesco de Uruguay. Mi hermana, aunque pasó bastante tiempo desde la salida del libro, sigue convencida de que se convertirá en un best seller. Hay que aclarar que su certeza se apoya en otro dato objetivo: el libro cuenta con una compaginación extraordinaria, realizada por el Mejor Diseñador Gráfico del Mundo, su compañero.
Es tan así que presentó el libro a un concurso editorial.
En nuestra charla, mi hermana me informa que nuestro abuelo ganará el premio. Le digo que no quiero decirle, pero le digo, que los concursos literarios suelen estar acomodados, que casi siempre las decisiones son políticas y que además, en este caso, cuenta la editorial, y en el libro del abuelo brilla por su ausencia. Mi hermana expresa sorpresa ante mis sospechas de corrupción, asegura no saber nada de todo esto. Me relata, entusiasta, como el país esté cambiando.
Además, me cuenta, hay un motivo por el cual ganará el primer premio: el concurso lleva el nombre de un poeta gauchesco. Ah, digo yo. ¿Y? No te das cuenta, me responde, es una oportunidad única para que le den el premio a un poeta gauchesco. ¿Cuántas oportunidades así van a tener en la vida? ¿No piensan acaso en la alegría del difunto, el señor del nombre del concurso, cuando sepa que el premiado es un poeta gauchesco?
Mi hermana me dice que por las dudas, por si el jurado fuera distraído, cuando inscribió el libro se encargó de explicarle la cuestión a la secretaria, pidiéndole que comunicara el caso al jurado, inscribiendo el libro, les estaba haciendo un favor, les daba la oportunidad de homenajear verdaderamente al difunto poeta nacional. La señorita estuvo de acuerdo con mi hermana. Y la verdad, terminó convenciéndome a mí también.

El modo tan "acorazonado" de razonar de mi hermana me sorprende siempre. ¿Será que soy la hermana secreta de Mafalda?
The WeatherPixie