martes, setiembre 04, 2007

Horrores en la bota.

Italia necesita un tratamiento psicoanalítico. Es un país con graves problemas de remoción, complejos de origen arcaico y un superego con sede en el Vaticano. Como cualquier neurótico, para que todo parezca lindo, elige tapar los problemas.

¿Los inmigrantes son feos? ¡Los escondemos!
¿Los inmigrantes molestan? ¡Les hacemos la vida imposible!

El jefe municipal de Verona decidió que es ilegal comer en la calle. Sentarse en el banco de una plaza con una pedazo de pan cuesta 50 euros de multa. ¿Será por las migas? Pues no, es para que se fundan los kebab que con una licencia de venta "al paso" no tienen mesitas. Estamos en Italia, hay que comer pasta y pizza y en una mesa con mantel, como la gente decente.

En Florencia es ilegal lavar los vidrios de los autos en los semáforos. Trabajo que obviamente hacían los inmigrantes. Los limpiavidrios, sucios, pobres y mal educados, molestan a los automovilistas.

En varias ciudades es ilegal parar el auto para contratar una prostituta. Y en todo el país es ilegal ser prostituta. Es inmoral, tienta a los hombres y es antihigiénico.

En Padova construyeron un muro, vigilado 24 horas por telecámaras y policías, para aislar el barrio de los inmigrantes. Gritan, se pelean, son violentos, hay que separarlos.

En Verona es ilegal comprar falsos de marca. Comprar una cartera Prada en la calle por 30 euros (en lugar de pagar 800 por la original) cuesta una multa de 500 euros. (Nótese que de todas formas sigue siendo negocio, ya que son idénticas.) No se puede caminar en paz por las peatonales, los negros vendedores, tan grandotes, tapan las vidrieras de Gucci. Además perjudican a los grandes diseñadores de este maravilloso país. (Hay que seguir abriendo paréntesis sobre este tema. Porque es verdad que los perjudican, pero no porque compitan con ellos, obviamente no es así, sino porque demuestran que si el mismo producto se puede producir por tanto menos, alguien nos está robando).

Sería triste en cualquier lado. Pero que en Italia, donde desde hace añares la ilegalidad llamada mafia sigue tan campante, se tomen esta clase de medidas en nombre de la legalidad, es delírium trémens. Para no hablar del derroche público, de la crisis del sistema de salud, de la precariedad laboral, de la decadencia del sistema educativo, del aumento de la violencia, de los concursos públicos truchos. Es como ver a un psicótico que lo único que le preocupa es la picadura de un mosquito.
Pero acomodemos el culo a esta neurosis generalizada, y mientras todo se derrumba, mantengamos las apariencias. ¿Quién no quiere vivir en ciudades perfectas? Sí, escondamos todo lo que molesta. ¡Quiero un mundo Truman Show!

Propongo ilegalizar
a todos los pobres que piden por la calle,
el llanto de los niños en lugares públicos,
los calcetines blancos en los hombres,
la exposición de celulitis y rollos en las playas,
McDonald's,
el ladrido de los perros,
la gente fea,
el olor a sobaco y a pata en los ómnibus,
los turistas que hacen preguntas,
el ring de los celulares,
las barras de adolescentes gritones,
el uso de medios de transporte público con el pelo sucio.

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